Uno de los primeros “aprendizajes” novedosos es precisamente encontrar respuesta (o respuestas) a esas preguntas. El inicio de la condición parkinsoniana está acompañado de una serie de síntomas, que de a poco aparecen, casi imperceptibles inicialmente.
Es que no solo previo a que me diagnosticaran tener esa “condición parkinsoniana”, incluso tiempo después me surgía la duda, ¿cómo estar seguro que era verdad, que el síntoma al que tantas veces había pensado como el iceberg, es poquito lo que se ve, pero no deja de verse, sigue y sigue en su “estar”.
La tendencia a intentar postergar su llegada con la historia del stress suele ser un argumento contemporáneo, que habla de un modo de vida, que nos define como humanos. Podemos explicar toda enfermedad que se ve, para las que no se ven necesitamos poder nombrarlas.
El cerebro como tal está planificado (armado, construido) como una perfecta máquina, la cual da respuestas, normalmente parecidas, dado que casi siempre hacemos las mismas o muy parecidas preguntas, en los mismos momentos de la vida.
Todos los cerebros pueden portar esa condición.
La curiosidad no es un atributo de unos pocos, como tampoco por ejemplo el placer de estar con quienes nos sentimos más a gusto, que suelen ser con quienes no tenemos grandes diferencias en la percepción del mundo, en las creencias o certezas profundas que no suelen ser reflexionadas, por tanto tampoco desarrollado emociones o valores como la legitimidad en los argumentos de un diálogo.
Todos los cerebros portan esa condición.
Solo hay que usarla.